miércoles, 16 de noviembre de 2016

Alimentando las neuronas: Efecto Mozart

Efecto Mozart: la relación entre música y aprendizaje



Tomatis es un médico francés que ha dedicado cincuenta años al estudio de las propiedades curativas del sonido y la música así como a valorar su influencia en la creatividad e inteligencia. En sus centros de audición alrededor del mundo ha hecho pruebas a más de 100 mil pacientes en relación con los problemas de audición, los trastornos del aprendizaje, los impedimentos vocales y auditivos y el aprendizaje de idiomas. Particularmente, debo decir que he leído y puesto en practica su teoría sobre el aprendizaje obteniendo resultados sorprendentes.

Tomatis también descubrió que más allá de las preferencias de las personas o de sus conocimientos sobre el compositor, invariablemente la música de Mozart calma al oyente, mejora su percepción espacial, le permite expresarse con más claridad y facilita que los resultados del aprendizaje sean mejores y más perdurables.

Otras investigaciones se han desarrollado con posterioridad afirmando que las composiciones de Mozart sobresalen entre todas las obras musicales por su elevado impacto en las personas. A esta incidencia se le ha denominado: Efecto Mozart.

Antes de entrar en materia vale aclarar que, si bien el Efecto Mozart tiene sus orígenes en los trabajos de Tomatis, el desarrollo de esta teoría se debe esencialmente a las investigaciones del equipo de trabajo de Rauscher y Shaw. No obstante, fue Campbell, musicólogo de la Universidad de California, quien le brindó una nueva vuelta de tuerca a este efecto en su libro "El efecto Mozart: Aprovechar el poder de la música para curar el cuerpo, reforzar la mente y desatar el espíritu creativo".

Campbell sostiene que la música de Mozart puede potenciar espectacularmente la capacidad de aprendizaje de los niños menores de tres años. Sus planteamientos han cobrado tanta fuerza que en el estado de Florida existía una ley que obligaba a los niños de las escuelas públicas a escuchar música clásica (desconozco si aún se mantiene).

Las selecciones de piezas musicales compiladas por Campbell transmiten accesibilidad, frescura, serenidad y libertad. La música de Mozart extrae el potencial creativo individual, pone en resonancia las propias vibraciones y el fluir de las notas, transmite sentimientos de felicidad y perfección, hace vibrar las fibras más sensibles y nos permite llegar a un nivel de conciencia diferente del propio ser. Algo que no logra ningún otro compositor.

El trabajo de selección que ha realizado Campbell sobre la música de Mozart representa un conjunto altamente organizado de sonidos que sirven para estimular diversas áreas del cuerpo y de la mente. El ritmo particularmente rápido y sostenido tiene influencia sobre el sistema nervioso y la vida neurovegetativa, mientras que las frecuencias más agudas o “filtradas”, estimulan áreas del lenguaje y el pensamiento lógico-matemático.

¿Qué tiene de especial la música de Mozart que provoca estas reacciones?

1. No se evidencia ningún signo de monotonía sino que es un pasaje musical muy fluido.

2. Gran movilidad de los tejidos armónicos que aseguran una música particularmente vivaz.

3. Una base rítmica constante con un batido cada 0.5 segundos que determinan una modulación de 120 pulsaciones por minuto.

Así, hoy la música de Mozart se utiliza en varios centros de enseñanza para promover la creatividad y el aprendizaje de los estudiantes ya que mantiene un tono cortical de alerta extremadamente favorable.

No obstante, todo no es color de rosa y como siempre apuesto por presentar todas las ideas para que cada cual saque sus propias conclusiones debo advertirles que también existen sus detractores del efecto Mozart. Talero es uno de ellos, a partir de la recopilación y análisis de un total de 65 investigaciones relacionadas con el uso de la música y el efecto Mozart ha llegado a una conclusión:

La mejoría específica en el desempeño de habilidades visuoespaciales que ocurre después de escuchar música de Mozart, y que tiene una reconocida corta duración (10-15 min), es el fenómeno denominado “efecto Mozart”. Respecto a este último, hay suficiente evidencia que lo respalda. No obstante, se reconoce el hecho de su inestabilidad y desaparición después de algunos minutos, lo que desestimaría el uso comercial que promueve el rápido logro de una inteligencia superior.”


Fuente:Talero, J.G.; Zarruk, A. & Espinosa,B. (2004) Percepción musical y funciones cognitivas. ¿Existe el efecto Mozart? Revista de Neurología; 39 (12): 1167-1173.

Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores

Vivimos en una sociedad altamente competitiva en la que parece que nada es suficiente y tenemos la sensación de que si no nos ponemos las pilas, nos quedaremos rápidamente atrás, siendo barridos por los nuevos adelantos. 

Por eso, no es extraño que en las últimas décadas muchos padres hayan asumido un modelo de educación sustentado en la hiperpaternidad. Se trata de padres que desean que sus hijos estén preparados para la vida, pero no en el sentido más amplio del término sino en el más restringido: quieren que sus hijos tengan los conocimientos y las habilidades necesarias para hacerse de una buena profesión, obtener un buen trabajo y ganar lo suficiente. 

Estos padres se han planteado una meta: quieren que sus hijos sean los mejores. Para lograrlo, no dudan en apuntarles en disímiles actividades extraescolares, allanarles el camino hasta límites inverosímiles y, por supuesto, empujarles al éxito a cualquier costo. Y lo peor de todo es que creen que lo hacen "por su bien".

El principal problema de este modelo educativo es que añade una presión innecesaria sobre los pequeños, una presión que termina arrebatándoles su infancia y crea a adultos emocionalmente rotos.

Los peligros de empujar a los niños al éxito


Bajo presión, la mayoría de los niños son obedientes y pueden llegar a alcanzar los resultados que sus padres les piden pero, a la larga, de esta forma solo se consigue limitar su pensamiento autónomo y las habilidades que le pueden conducir al éxito real. Si no le damos espacio y libertad para encontrar su propio camino porque le colmamos de expectativas, el niño no podrá tomar sus propias decisiones, experimentar y desarrollar su identidad. 

Por eso, pretender que los niños sean los mejores encierra graves peligros:

- Genera una presión innecesaria que les arrebata su infancia. La infancia es un periodo de aprendizaje, pero también de alegría y diversión. Los niños deben aprender de manera divertida, deben equivocarse, perder el tiempo, dejar volar su imaginación y pasar tiempo con otros niños. Esperar que los niños sean “los mejores” en determinado campo, poniendo sobre ellos expectativas demasiado elevadas, solo hará que sus frágiles rodillas se dobleguen ante el peso de una presión que no necesitan. Esta forma de educar termina arrebatándoles su infancia.

- Provoca una pérdida de la motivación intrínseca y el placer. Cuando los padres se centran más en los resultados que en el esfuerzo, el niño perderá la motivación intrínseca porque comprenderá que cuenta más el resultado que el camino que ha seguido. Por tanto, aumentan las probabilidades de que cometa fraude en el colegio, por ejemplo, ya que no es tan importante lo que aprenda como la nota que consiga. De la misma manera, al centrarse en los resultados, pierde el interés por el camino, y deja de disfrutarlo.

- Planta la semilla del miedo al fracaso. El miedo al fracaso es una de las sensaciones más limitantes que podemos experimentar. Y esta sensación está íntimamente vinculada con la concepción que tengamos sobre el éxito. Por tanto, empujar a los niños desde temprano al éxito a menudo solo sirve para plantar en ellos la semilla del miedo al fracaso. Como consecuencia, es probable que estos pequeños no se conviertan en adultos independientes y emprendedores, como quieren sus padres, sino que sean personas que apuesten por lo seguro y acepten la mediocridad solo porque tienen miedo a fracasar. 

- Genera una pérdida de autoestima. Muchas de las personas más exitosas, profesionalmente hablando, no son seguras de sí. De hecho, muchas supermodelos, por ejemplo, han confesado que creen que son feas o están gordas, cuando en realidad son iconos de belleza. Esto sucede porque el nivel de perfeccionismo al que siempre han estado sometidas les hace creer que nunca será suficiente y que basta el más mínimo error para que los demás las desprecien. Los niños que crecen con esta idea se convierten en adultos inseguros, con una baja autoestima, que creen que no son lo suficientemente buenos como para ser amados. Como resultado, viven pendientes de las opiniones de los demás.

¿Qué debe saber realmente un niño?


Los niños no necesitan ser los mejores, solo necesitan ser felices. Por eso, solo debes cerciorarte de que tu hijo sepa:

- Que es amado, de forma incondicional y en todo momento, sin importar los errores que cometa.

- Que está a salvo, que le protegerás y apoyarás siempre que puedas. 

- Que puede hacer el tonto, perder el tiempo fantaseando y jugar con sus amigos.

- Que puede elegir lo que más le gusta y dedicarse a esa pasión, sin importar de qué se trate. Que puede pasar su tiempo libre haciendo collares de flores o pintando gatos con seis patas si es lo que le apetece, en vez de practicar la fonética o el cálculo.

- Que es una persona especial y maravillosa, al igual que muchas otras personas en el mundo.

- Que merece respeto y que debe respetar los derechos de los demás. 

¿Y qué no deben olvidar los padres?


También es fundamental que los padres sepan:

- Que cada niño aprende a su propio ritmo, y que no deben confundir la estimulación que desarrolla con la presión que agobia.

- Que el factor que más influye en el rendimiento académico infantil es que los padres les lean a sus hijos, que les dediquen un rato cada noche para cultivar juntos esa pasión por la lectura, no las escuelas carísimas o los juguetes hípertecnologicos. 

- Que el niño que mejores calificaciones saca casi nunca es el pequeño más feliz porque la felicidad no se mide en esos términos. 

- Que los niños no necesitan más juguetes sino una vida más sencilla y despreocupada, así como más tiempo con los padres.

- Que los niños merecen la libertad para explorar todo y decidir por ellos mismos que les gusta y les hace felices.